viernes, 1 de diciembre de 2017

JUECES. CAPÍTULO 17.

LA CONFEDERACIÓN ISRAELÍTICA


Micá, el ídolo y el levita 



171Había un hombre en la serranía de Efraín llamado Micá.2ªUn día dijo a su madre:

-Aquellos mil cien siclos que te desaparecieron, por los que echaste una maldición en mi presencia, mira, ese dinero lo tengo yo, lo tomé yo. 3b pero ahora te lo devuelvo.
2b Su madre exclamó:
-¡Dios te bendiga, hijo mío!
3Trajo a su madre los mil cien siclos, y ella dijo:
-Consagro este dinero mío al Señor, en favor de mi hijo, para hacer una estatua chapeada.
4Entonces entregó el dinero a su madre; ella tomó doscientos siclos, se los llevó al platero, que les hizo una estatua chapeada, y la pusieron en casa de Micá.
5Aquel Micá tenía una capilla, hizo un efod y unos amuletos y consagró sacerdote a uno de sus hijos.
6Por entonces no había rey en Israel. Cada uno hacía lo que le parecía bien.
7Un joven de Belén de Judá (de la tribu de Judá), que era levita y residía allí como emigrante, 8salió de Belén de Judá con intención de establecerse donde pudiera; fue a la serranía de Efraín, y, de camino, fue a dar a casa de Micá.
9Este le preguntó:
-¿De dónde vienes?
El levita respondió:
-De Belén de Judá. Voy de camino, con intención de establecerme donde pueda.
10Micá le dijo:
-Quédate conmigo, me servirás de capellán. Te daré diez monedas al año, ropa y comida.
Y lo convenció.
11Así pues, el levita accedió a quedarse con él, y Micá lo trató como a un hijo. 12Lo consagró, y el joven estuvo en casa de Micá como sacerdote. 13Micá pensó:
-Ahora estoy seguro de que el Señor me favorecerá, porque tengo a un levita de sacerdote.


Explicación.



17 Con la muerte de Sansón se acaba la serie de jueces y héroes. Lo que sigue son asuntos de tribus o historias de levitas, según se mire. La primera sección /17-18), cuenta la migración de los danitas, personalizando el hecho en la figura del levita errante. La segunda (19-21), cuenta una lucha de tribus provocada por la injuria hecha a un levita. El que coleccionó las historias declaró que su punto de vista era la monarquía, desde el cual aquellos hechos son "premonárquicos", cuando cada uno "hacía lo que le parecía bien". El arte narrativo no decae, antes alcanza una cumbre en el capítulo 19.


El que estos relatos formen parte del libro de los jueces se debe a razones cronológicas, no literarias: podían muy bien formar un libro aparte. En cambio, pensando en términos de confederación, este final del libro es muy interesante. También son preciosos por la cantidad de información que nos suministran sobre la vida israelítica en tiempos antiguos. El sentido religioso pertenece al cuerpo narrativo, no está confiado a marcos superpuestos.

Según el v.13, Micá es yahvista, lo cual hace pensar que el ídolo quería representar al Señor. La tribu de Leví ya entonces había perdido su ser profano, con territorio aparte, y parece haberse convertido en especialista del culto.

El autor escoge como centro narrativo un lugar anónimo en la serranía de Efraín: allá convergen los personajes y se van atando los hilos del argumento. El estilo narrativo sobresale por la vivacidad de los diálogos.

17,1 El nombre es teofórico yahvista y suena a desafío: "¿Quién como el Señor? (recuérdese el nombre semejante mika´el = ¿Quién como Dios?).

17,2-3 El que no aparezca el padre podría indicar que ya ha muerto y que Micá es ya el jefe de la familia; pero su madre ocupa todavía un lugar importante. La devolución del dinero se articula en la maldición y bendición: al no encontrar su dinero, la madre pronuncia en voz alta una maldición, que persigue al culpable hasta cumplirse en él; también el que sepa algo puede ser alcanzado por la maldición (véase el uso judicial en Lv 5,1). Micá se siente amenazado y confiesa; pero, antes de devolver el dinero, exige que su madre deshaga el poder de la maldición pronunciando la bendición opuesta. Entonces el hijo presenta la cantidad, y la madre, antes de tomarla, hace un voto de consagrar parte al Señor, por cuyo medio la ha recobrado. La madre en el voto y el juramento se profesa yahvista.

La cantidad de dinero es, ciertamente, notable. En aquel tiempo el dinero se pesaba, no se acuñaba; once kilos de plata es una cantidad muy respetable (el sacerdote ganará cien gramos al año, además de comida y vestido).

17,4 Probablemente se trata de una imagen chapeada de plata, representación humana o animal del Señor.

17,5 El efod, según conjeturas, era un manto cónico ornamentado, que podía simbolizar la presencia de la divinidad sin imagen... El sacerdocio aparece aquí como función doméstica, y el padre de familia tiene autoridad para investir o consagrar sacerdote a un hijo. Estos usos contradicen la ley mosaica o usos posteriores; por eso el que recoge la historia se siente obligado a distanciarse de ellos, atribuyéndolos a la época "premonárquica".

La hornacina de Micá se dice en hebreo bet-´elohim, que suena muy parecido a betel; como Betel y Dan fueron los dos centros del culto cismático instituidos por Jeroboán, podría haber en esta historia una alusión maliciosa; si la hay, a ambos centros, apenas es audible.

17,6 Jue 21,25.

17,7 Se insiste en el carácter errante o itinerante del levita. Ateniéndonos al texto hebreo, el levita ya es forastero en el punto de partida, Belén de Judá; pero las palabras hebreas "forastero allí" se pueden leer como el nombre propio de Guersón (gershom), de acuerdo con 18,30 y Ex 2,22; el levita aparece como descendiente de Moisés.

17,10-12 El sacerdote doméstico lleva el título hebreo "padre". Aunque el levita tenga el culto como profesión, el jefe de familia lo consagra sacerdote suyo.

17,13 Se ha evitado el nombre del Señor al hablar de la capilla, de la imagen, del sacerdote; al final Micá vuelve a pronunciarlo.

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